El 16 de mayo de 1984, Fuerzas Armadas del Estado entraron de manera violenta a la Universidad Nacional, desatando una sangrienta batalla que dejó varios estudiantes muertos, heridos y desaparecidos. Sin embargo, después de tres décadas ni el gobierno, ni las autoridades, ni la universidad han esclarecido los hechos de lo que ocurrió ese día.
El neoliberalismo había entrado con una ola de violencia a Colombia, a principios de los años 70.Y Bogotá, no estaba exenta de esta guerra. Por eso, para esas épocas ya existía una fuerza de coalición por parte del poder popular en donde los movimientos estudiantiles se habían convertido en la voz del pueblo y en la pesadilla de quienes pretendían arrebatar sus sueños.
Tomás Bulat, periodista y docente argentino decía que «cuando se nace pobre, estudiar es el mayor acto de rebeldía contra el sistema, El saber rompe las cadenas de la esclavitud» Es por eso, que la Universidad Nacional se había convertido en el lugar común donde se trabajaba de la mano con la sociedad, todos tenían un objetivo y era aportar ideas para la lucha y la defensa del pueblo. El Movimiento Estudiantil estaba en acción, y esto le asustaba al gobierno, pues el trabajo mancomunado de diferentes vínculos sociales era cada vez más fuerte.
El movimiento tiene dos objetivos dentro de la ciudad y es plantear o problematizar el fin misional de la universidad, en el sentido que el estudiante debe responder a las necesidades de la nación. Además, el movimiento estudiantil permite desde su método de trabajo y desde su acción política forjar los liderazgos para potenciar el movimiento social y a partir de ello darle una dinámica a las luchas del pueblo.
Sin embargo, la opresión del Estado, la persecución política y en la manera de estigmatizar los movimientos sociales y estudiantiles asociándolos con movimientos insurgentes, ha sido el pretexto para a callar el pensamiento crítico de una sociedad que exige sus derechos.
Como los eventos ocurridos tras el asesinato de Jesús Humberto León Patiño, en la ciudad de Cali, el cual se había encontrado con signos de tortura. Pues «Chucho» como lo llamaban sus compañeros era uno de los líderes estudiantiles, que había emprendido una serie de cuestionamientos a las directivas de la Universidad Nacional por el mal funcionamiento del sistema de Bienestar el cual no estaba supliendo con muchas de las necesidades del estudiantado, de manera que emprendió una lucha para la recuperación de las viviendas estudiantiles y demás exigencias.
El 16 de mayo de 1984, los estudiantes en medio del dolor y la indiganción salieron de sus clases para marchar en la plaza Che en voz de protesta por la persecución política que se había venido presentado hacia los estudiantes. Seguido a ello se realizan actos culturales y de expresión para hacer escuchar los muertos, el 16 de mayo varios estudiantes del periódico corriente alterna escriben sobre lo sucedido.
“Mientras estaban por lo lados de ingeniería se empieza a escuchar disparos, salen a ver, hay policías y militares, atacando y arrastrando a los estudiantes, a disparos y patadas, muchos de los estudiantes fueron raptados y metidos en camionetas”. 35 años de olvido y negación
Patricia Jiménez (foro archivos del búho)
En medio de la tensión en que la multitud de jóvenes mostraban su inconformidad contra un Estado asesino, se presentaron los primeros “tropeles” contra la policía a eso del mediodía. Sin embargo, se manejan muchas hipótesis del porque las Fuerzas Armadas del Estado entraron a la universidad disparando hacia los estudiantes, seguido de esto comenzaron una cacería sistemática como si se tratara de una película de terror. Muchos de ellos desaparecieron, y otros tantos fueron heridos, algunos comentan que ha quienes las balas de la cobardía había arrebatado sus vidas les ponía capuchas del M19. El color de la sangre se confundía en las paredes con las insignias de resistencia, las instalaciones en su mayoría fueron destruidas, el silenció reinó y nunca se esclareció la masacre de ese día.
Dos Jóvenes de Corriente Alterna investigaron sobre el hecho, los lugares más afectados fueron las residencias femeninas, sin brindarles atención médica llevaron a la cárcel varias mujeres y hombres heridos. Orlando quintero Paéz que era del periódico también fue asesinado más tarde. Dicha documentación se realizó para hacer memoria estudiantil, documentar heridos, detenciones y los demás atroces hechos ocurridos, la Universidad se cerró, cuando volvió a abrir la universidad no era la misma, dejó de ser universidad Nacional, ya no había personas de región, de sectores populares, del campo, y toda su interculturalidad, se perdió la riqueza cultural que permitía integrar a todo el país y la lucha de los estudiantes por la educación se suspendió.
1262 personas no volvieron a estudiar a la Universidad Nacional de Colombia, lo que implicaba el 8% de la población estudiantil. Para la época el 45% de los estudiantes eran de región, luego de ello los estudiantes región se redujeron al 17% de la población. Lo que significa una pérdida, un desbalance, un avance a la brecha divisora entre la ciudad y el campo, a la desigualdad imperante en nuestro país.
Este no era el primer acto de violencia que se presentaba hacia los estudiantes, pues desde el gobierno de Rojas Pinilla en 1954, se venía evidenciando la opresión del Estado, como fue el caso del asesinato de nueve estudiantes durante una marcha en rechazo a su mandato.
De igual modo, en 1982, en una serie de acciones sistemáticas que evidencian la persecución y la opresión al pensamiento crítico, varios estudiantes de la universidad Distrital fueron desaparecidos, entre marzo y septiembre de ese mismo año. Sin embargo, hasta el día de hoy sigue vigente la impunidad de sus crímenes y las incógnitas sobre sus paraderos.
Lady integrante de uno de los movimientos estudiantiles de la Universidad Nacional, comentó que después de lo que sucedió el 16 de mayo de 1984, el gobierno aprovecho lo sucedido para romper esos tejidos sociales que se habían construido hasta el momento. El cierre de la universidad se convirtió en una oportunidad de implantar un modelo neoliberal para la privatización de la educación. Sin embargo, esta masacre se convirtió en un referente histórico, para resaltar a las víctimas de las acciones políticas contra los estudiantes y líderes sociales, y a la vez poder repensarse las formas de accionar y generar conciencia sobre un pueblo que poco conoce su historia.
Hoy el movimiento estudiantil ha cambiado, pero Su lucha continúa contra la oligarquía por los derechos del pueblo. Sin embargo, las amenazas, la estigmatización, la violencia política, las muertes y los desaparecidos no han sido una excusa para callar, tal cuál como lo dicen en pregones de sus marchas “por nuestros muertos ni un minuto de silencio”. De hecho, el movimiento se ha fortalecido, pues estudiantes de diferentes universidades de todo el país se han unido para defender la mercantilización de la educación.
Se siguen asesinando a los estudiantes, porque entre otras cosas son las personas que sueñan sin miedo, que caminan con claridad hacia ellos defendiéndolos a cada paso, lo importante a pesar de todo lo ocurrido es que sin embargo, se siguió caminando con la fe de renacer en gran primavera.
La ruta de los jóvenes para no olvidar Es un deber ético, pues esa es la manera de mantener vivos a los que murieron por nosotros, algún día se tendrá que saber la verdad, porque un país que no sabe la verdad está sometido al desconocimiento que seguirá siendo la herramienta del estado para la manipulación y dominio sumiso de la población.
Pero surge una pregunta, debido a todas estás problemáticas. ¿Por qué tanto miedo en educar al pueblo?
Aula y palabra memorias 16 de mayo de 1984
Andrés Ramírez y Camila Lozada